Muchas son las banderas de las que habla este libro, como bien sugiere el título; aunque no todas son de Belgrano, como también promete.
Martín Francisco Boneo (genealogista e historiador) nos entrega un texto interesante, bien documentado y, sobre todo, muy variado. El libro consta de seis partes, donde solo la última habla de nuestra bandera y de su creador.
Tras un interesante paseo por el origen histórico de las banderas, haciendo hincapié en las banderas españolas y sus versiones americanas, el autor nos introduce en un capítulo muy seductor (el quinto) donde el texto de divulgación da paso a un ensayo en el que su opinión tiene peso: el color azul.
Allí nos cuenta cómo el azul pasa de ser un color inexistente (ausente en el arte, en las vestimentas y en las prácticas religiosas) a ser un color de moda a partir de la Edad Media. El azul, sólo utilizado por celtas y germanos, terminará desplazando la fuerza simbólica del rojo y del negro, propio de griegos y romanos. Esto se verá reflejado en múltiples banderas americanas, como homenaje a la acción emancipadora de nuestro país. Los pasos lógicos que van de los colores de los Borbones a los colores de nuestra enseña patria, son detallados paso a paso. El azul y sus diferentes tonalidades desembocan en el celeste que hoy aceptamos en nuestra bandera, aunque cada tanto hablemos de azul celeste, tal vez por falta de documentación precisa. A pesar de ello, son múltiples las huellas que, al respecto, toca este libro: las cintas rojas y azules de mayo de 1810, la escarapela distintiva del año siguiente, la bandera que Belgrano enarboló en Rosario en 1812, que no es la que luego hizo bendecir en Jujuy, ni la que apareció en el pueblo de Macha tiempo después, ni la que adorna el retrato de nuestro prócer que el pintor inglés Emeric Essex Vidal plasmó en Londres en 1817.
El trayecto histórico de los colores de la bandera argentina es apasionante, aunque no haya verdaderas certezas al respecto, ya que los documentos no son tantos ni tan precisos.
El libro (con un prólogo que da cuenta, aunque en un tono casi justificativo, del motivo del texto y de la investigación que lo respalda) explica lo básico (la diferencia entre bandera, estandarte, grímpola, pendón, etcétera). Y se completa un epílogo que reproduce tres semblanzas de Belgrano, escritas por gente que lo conoció personalmente; varias ilustraciones a color; y un anexo que incluye la legislación sobre la bandera y las normas civiles para su tratamiento.
Creo que aunque se haya escrito mucho al respecto, y sea incansable el trabajo difusor del Instituto Belgraniano de nuestro medio, vale la pena leer este libro que, a todo lo enumerado, debe sumársele una singular visión histórica.
© LA GACETA
Rogelio Ramos Signes